domingo, 12 de diciembre de 2010

El tesoro a mis pies

El pasado fin de semana hice mi primer viaje a Petra, la que ha sido mi segunda maravilla del mundo moderno después del Coliseo romano... ¡por fin Indiana llegó al escenario de su última cruzada! No quiero ser muy descriptivo con el enclave en sí, ya que espero que todos visitéis este lugar que no decepciona lo más mínimo. Según me monté en caballo en la entrada y caminé entre las abruptas paredes del Siq, no dejaba de sonar en mi cabeza el tema de las películas de nuestro querido aventurero.



Adentrarte en Petra en busca del tesoro es una experiencia que no tiene parangón. La principal diferencia que ví con respecto a otros sitios en los que he estado es que no me costó lo más mínimo -a parte de sentirme como Indiana jones- imaginar cómo fue la vida hace más de 2000 años cuando los nabateos la construyeron y vivieron allí. La majestuosidad del lugar no sólo radica en el espectáculo que suponen sus numerosas ruinas, sino en todo su conglomerado, las geniales vistas que aparecen  ante nuestros ojos de una extensísima ciudad en medio del desierto, ¡que además estuvo abandonada y olvidada durante cientos de años!

Petra, además, nos brinda con grandes momentos, como la soledad y el silencio en frente de la historia del mundo moderno. Fascinante fue estar delante del Tesoro en plena noche, sin turistas alrededor y mirando a las estrellas que iluminaban una de las mayores maravillas jamás construidas por el hombre.

El segundo día tuvimos el placer de compartir varias tazas de té con un grupo de beduinos que venden en los tenderetes en frente del Teatro. La historia fue así: al finalizar un día de más de ocho horas de caminatas, por segunda jornada consecutiva se nos hizo de noche en la bajada de uno de las caminatas a las alturas de Petra.


 Pasando con nuestras móvil-linternas por uno de los tenderetes -ya cerrados, donde algunos beduinos recogían y otros sólo charlaban-, notamos la necesidad de beber agua, ya que las provisiones se nos habían acabado hacía tiempo -niños, por favor, esto no debería pasaros a vosotros-. Les fuimos a comprar una botella pero a la hora de pagarles no tenían cambio -en ese momento me imaginé que me costaría más caro de lo que había pensado en un primer momento-. Entonces el grupo de beduinos nos invitaron a té -fue cuando pensé que bueno, por lo menos no me iba a salir más caro, sino que gastaría mi dinero en un té... alguno pensará que soy un pesetero, pero es que la entrada a Petra ya es bastante cara para un becario/precario como yo-. Sin embargo, una vez más me equivoqué y Mahar y sus amigos nos invitaron tanto al agua como al té, aunque eso no fue ni mucho menos lo mejor, ya que pudimos disfrutar de una agradable conversación sobre sus vidas, sus aventuras y desventuras con los turistas bajo el mejor escenario posible.
 
El fin de semana fue completo con una noche en el desierto de Wadi Rum, visitando los territorios de Lawrence de Arabia, entre interminables montes rocosos y dunas de arena rojiza, similar a la de los desiertos australianos; puesta de sol, noche en el campamento, backgamon a la jordana, un planetario sobre nuestras cabezas, amanecer y camino de vuelta a Israel... 

Con esto, el que quiera saber más sobre Petra, le recomiendo que venga a visitarme y siga las instrucciones de cómo llegar a Petra desde Tel Aviv, ida por el paso fronterizo de Allenby-Rey Hussein, vuelta por Aqaba-Eilat.

Para acabar, algunas fotos de cómo pasé puente de la Constitución española:





2 comentarios:

  1. ¿Pero para visitar Petra se necesita ver la peli esa de Indiana Jones? ;-)

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  2. ¡¡¡¡Galdes!!!! ¡Te doy hasta finales de año para verla! Fíjate que estoy hasta pensando en negociar con ver yo "El día de la bestia".

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