sábado, 8 de enero de 2011

2011 titánico

Después de un año lleno de cambios, emociones y viajes, no he podido acabarlo de mejor manera que con la visita de las dos chicas a las que más quiero, mi madre y mi hermana. El día 27 llegaron a Tel Aviv y el día 30 por la noche llegamos los tres, junto con mis dos compañeros becarios, María y Alberto, al Cairo, donde íbamos a pasar un fin de año único y especial.

Esta es la crónica de la primera nochevieja que paso fuera de Torrelavega en mis 29 años de vida... lo teníamos todo bien planeado. Habíamos reservado entradas para asistir a una fiesta que nos habían recomendado varios contactos, en el barco Le Pacha’s Omar Khayyam. Nos esperaba un cena servida por el restaurante con el premio al mejor catering de Egipto en 2011, fiesta de disfraces, saxofonista, barra libre de vodka... un lujazo.

Y el día 31 resultó un día único. Tras visitar las Pirámides de Giza -que relataré en otra publicación- con espectáculo nocturno incluido, nos dispusimos a darnos una buena ducha y celebrar la entrada y salida de año como se merecen. La cena transcurrió fenomenal: la comida estaba rica, las máscaras eran divertidas, bailé con mi madre el Año Nuevo de Gloria Estefan, el alcohol se subía lo justo para que tuvieramos esa sensación de que el suelo se mueva lentamente -aclarar que el barco estaba atracado en la orilla del Nilo- y compartíamos mesa con una agradable familia estadounidense.


Para celebrar la entrada del año, nos llevamos una uvas compradas en el mercado del Cairo, para no faltar a la tradición de nuestra tierra. Nuestros compañeros norteamericanos se apuntaron y yo, como no me gustan mucho las uvas, me ofrecí para cantar las doce campanadas -con cuartos incluidos, que no falte de nada-. Por megafonía anunciaron que faltaba un minuto para  las 12 y Alberto me pasó rápidamente su móvil con una cuenta atrás activada. Canté con bastante falta de precisión las doce campanadas, brindamos, nos besamos, nos abrazamos, sonreímos y le dimos la bienvenida al nuevo año. Unos dos minutos después, desde el escenario de la fiesta, se dispusieron a cantar que llegaban las 12, ¡nos habíamos adelantado! Daba igual, al fin y al cabo, al que madruga Dios le ayuda, y en este 2011 nosotros hemos sido los más madrugadores. Pero súbitamente, cuando el encargado de dar las 12 se disponía a gritar ¡feliz año 2011!, no se le oyó, pues la conexión eléctrica que conectaba al micrófono se había cortado.
Después de este pequeño incidente, nosotros seguíamos echando unas risas, contentos por empezar un nuevo año juntos y disfrutando. A los pocos minutos empezaron a venir camareros avisándonos que nos íbamos a cambiar de barco, que la fiesta posterior a la cena sería en el barco del al lado... ¡fenomenal! ¡de barco en barco y tiro porque me toca! en este punto  seguíamos brindando y haciéndonos fotos con los compañeros de mesa, mientras los camareros seguían insistiendo en que nos moviéramos de barco; al fin y al cabo, estamos en el relajado mundo árabe, y pasándolo de miedo, ¡sin extrés y sin prisas por favor! Recuerdo como en ese momento pensé: "bueno, cuando me acabe esta copa de delicioso vino blanco, empiezo a mover al personal".

Unos minutos más tarde, ya casi estábamos sólos en el barco y un camarero con cara de muy pocos amigos, poco más que me coje por el hombro para sacarme de nuestra mesa: "take the glass of wine with you, but please, move on fast!". En fin, habría que marcharse, no vamos a enojar a la tripulación ni nos vamos a meter en disputas en Año Nuevo... Vajamos las escaleras del restaurante y enfilamos hacia la salida del barco, cuando veo que en el pasillo de entrada hay varios camareros con velas y que no hay luz en todo el barco. Me dispongo a preguntarle a uno de ellos si pasa algo, pero primero miro a ver dónde está mi madre, cuando para mi sorpresa, me la encuentro saltando por la borda, impulsada de los pies por varias manos de la tripulación, que a su vez estaban subidos en dos mesas apiladas, a las que se ascendía utilizando una silla como escalera.


¡El barco se estaba hundiendo! Rápidamente el resto del grupo tomamos la misma dirección que mi madre y salimos del barco sin ningún problema -recuerdo como el vaso de vino que llevaba en la mano se me cayó al saltar por la borda hacia la orilla, que conste que no lo tiré-. Una vez en la orilla, ninguno de nosotros había tenido tiempo ni de tener cara de susto. Comentamos la jugada, y nos vanagloriamos de haber tenido un comienzo de año de película, como el Titanic, pero con final muy feliz.
 Seguimos con las risas, nos fuimos al barco de al lado donde había otra fiesta en la que nos había arreglado la entrada para los que veníamos del barco que se estaba hundiendo, y lo seguimos pasando genial., sin que faltaran grandes éxitos como "Carbón" o la "Fuente de Cacho". Comentar que el barco al final no se hundió más que unos tres o cuatro metros y dar las gracias a los organizadores, Raf y Pino, a quienes se les vió muy tristes el resto de la noche por lo ocurrido, y nos devolvieron el dinero íntegro de toda la cena/fiesta, a pesar de que pudimos disfrutar de una agradable velada, ¡anécdota aquí relatada a parte!

lunes, 27 de diciembre de 2010

Las telecomunicaciones en Israel

Recordemos aquellos días en los que no teníamos teléfonos móviles. Todo empezó con el “busca” o “beeper” para seguir con aquellos teléfonos portátiles que apenas entraban en nuestros bolsillos. Recordemos aquellos días en los que marcábamos con un teléfono analógico desde casa dibujando círculos con nuestro dedo y sin marcar ningún prefijo provincial, y nuestra factura tenía la misma forma para todos los españoles, con la marca de Telefónica.
Desde la liberación de las telecomunicaciones en España, junto con la aparición en escena de la red de redes, hemos visto pasar ante nuestros ojos numerosos cambios, avances tecnológicos y sobre todo, unas telecomunicaciones cada vez más accesibles a todos, más baratas y de mejor calidad. No me voy a meter en si tiempos pasados fueron mejores, pero ahora puedo disponer de diferentes opiniones provenientes de todo el mundo en cuestión de segundos, puedo aprender a diseñar una página web o puedo comunicarme con todos vosotros, desde la pantalla de un ordenador en mi casa o desde un diminuto dispositivo móvil desde el asiento de un autobús en el transcurso de un viaje nocturno.
Para bien o para mal, ésta fue la profesión que aprendí y en la que he trabajado. Desde mi llegada a Tel Aviv, he sufrido de un mercado mucho más abusivo con los usuarios que el español. Ahora sí, se están acometiendo unos cambios necesarios:

jueves, 23 de diciembre de 2010

No es Navidad para todos

Antes de empezar, diré que para mí sí lo es. Pero así como la Navidad es una época especial para la gente que siempre me ha rodeado y para mí, sería bueno que supiéramos que no estamos sólos en el mundo y que hay mucha gente con tradiciones y creencias diferentes. Y que las respetáramos y que incluso las disfrutáramos también con ellos. También deberíamos acordarnos de aquellos que, por causas ajenas a su voluntad, no podrán disfrutar de las navidades con sus seres más queridos.
Por suerte, y mucha suerte tengo, voy a vivir unas navidades completitas. Vienen a visitarme mi madre y mi hermana y pasaremos un fin de año irrepetible en Cairo –papillo, ¡te voy a echar de menos!-. Y este fin de semana viviré la Navidad de Belén: visita turística a Mar Saba, cena a la europea en Belén y presenciar el jaleo que se debe montar en Belén con las misas del gallo y demás. El día de Navidad visitaremos el campo de refugiados de Dheisheh en las afueras de Belén.
Vivir en Israel significa no estar envuelto en lo que significan las navidades en los últimos tiempos en España. Quizás tenga una consecuencia positiva: voy a vivir la Navidad porque quiero y no porque me torpedean con ella desde todas partes. Y será Navidad desde hoy hasta que vengan los Reyes Magos, la mejor fiesta que tenemos en nuestra cultura.
Sin embargo, estoy echando en falta las cenas navideñas, los mercadillos solidarios, las champanadas, el viaje a Torrelavega en autobús esquivando temporales de nieve de los últimos años. Como siempre, hay pros y contras. Pero lo que aprenderé esta año y nunca se me olvidará, es que no es Navidad para todos. Y eso, en Israel, se multiplica por mil. Cada ciudad y cada familia es un mundo.
Por regla general los israelís, sobre todo los judíos, no celebran la Navidad. Sin embargo, Tel Aviv es una ciudad cosmopolita que se apunta a celebrar todo. Sin tener obviamente una tradición, llevo viendo ofertas  de “christmas parties” toda la semana. En Haifa, llevan celebrándose durante todo el mes unos festivales dedicados a “los tres años nuevos”, en honor a, posiblemente la ciudad más multicultural de Israel: en el mes de diciembre se celebran el año nuevo cristiano y el musulmán, y el Hanuka judío; en septiembre, se celebró el año nuevo judío, Rosh Hashaná. Durante estos días Papás Noel se pasea por las empinadas colinas de la ciudad.
Más sobre la Navidad en Israel: comida de Navidad en casa de un judío que cree en Jesús –existe un movimiento llamado “judíos por Jesús”-, en Jerusalén, cena de nochebuena en casa de una chica suiza con la típica Navidad centroeuropea -con fondue de queso emmental- y en el desierto del Negev, la rave del Goa galáctico durante 3 días para empezar el año…
En definitiva, ¡Feliz Navidad! Y para todos aquellos con quienes me gustaría compartir estos días, y a quienes echaré especialmente en falta, os deseo las mejores navidades posibles. Me acordaré mucho de vosotros.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El tesoro a mis pies

El pasado fin de semana hice mi primer viaje a Petra, la que ha sido mi segunda maravilla del mundo moderno después del Coliseo romano... ¡por fin Indiana llegó al escenario de su última cruzada! No quiero ser muy descriptivo con el enclave en sí, ya que espero que todos visitéis este lugar que no decepciona lo más mínimo. Según me monté en caballo en la entrada y caminé entre las abruptas paredes del Siq, no dejaba de sonar en mi cabeza el tema de las películas de nuestro querido aventurero.



Adentrarte en Petra en busca del tesoro es una experiencia que no tiene parangón. La principal diferencia que ví con respecto a otros sitios en los que he estado es que no me costó lo más mínimo -a parte de sentirme como Indiana jones- imaginar cómo fue la vida hace más de 2000 años cuando los nabateos la construyeron y vivieron allí. La majestuosidad del lugar no sólo radica en el espectáculo que suponen sus numerosas ruinas, sino en todo su conglomerado, las geniales vistas que aparecen  ante nuestros ojos de una extensísima ciudad en medio del desierto, ¡que además estuvo abandonada y olvidada durante cientos de años!

Petra, además, nos brinda con grandes momentos, como la soledad y el silencio en frente de la historia del mundo moderno. Fascinante fue estar delante del Tesoro en plena noche, sin turistas alrededor y mirando a las estrellas que iluminaban una de las mayores maravillas jamás construidas por el hombre.

El segundo día tuvimos el placer de compartir varias tazas de té con un grupo de beduinos que venden en los tenderetes en frente del Teatro. La historia fue así: al finalizar un día de más de ocho horas de caminatas, por segunda jornada consecutiva se nos hizo de noche en la bajada de uno de las caminatas a las alturas de Petra.


 Pasando con nuestras móvil-linternas por uno de los tenderetes -ya cerrados, donde algunos beduinos recogían y otros sólo charlaban-, notamos la necesidad de beber agua, ya que las provisiones se nos habían acabado hacía tiempo -niños, por favor, esto no debería pasaros a vosotros-. Les fuimos a comprar una botella pero a la hora de pagarles no tenían cambio -en ese momento me imaginé que me costaría más caro de lo que había pensado en un primer momento-. Entonces el grupo de beduinos nos invitaron a té -fue cuando pensé que bueno, por lo menos no me iba a salir más caro, sino que gastaría mi dinero en un té... alguno pensará que soy un pesetero, pero es que la entrada a Petra ya es bastante cara para un becario/precario como yo-. Sin embargo, una vez más me equivoqué y Mahar y sus amigos nos invitaron tanto al agua como al té, aunque eso no fue ni mucho menos lo mejor, ya que pudimos disfrutar de una agradable conversación sobre sus vidas, sus aventuras y desventuras con los turistas bajo el mejor escenario posible.
 
El fin de semana fue completo con una noche en el desierto de Wadi Rum, visitando los territorios de Lawrence de Arabia, entre interminables montes rocosos y dunas de arena rojiza, similar a la de los desiertos australianos; puesta de sol, noche en el campamento, backgamon a la jordana, un planetario sobre nuestras cabezas, amanecer y camino de vuelta a Israel... 

Con esto, el que quiera saber más sobre Petra, le recomiendo que venga a visitarme y siga las instrucciones de cómo llegar a Petra desde Tel Aviv, ida por el paso fronterizo de Allenby-Rey Hussein, vuelta por Aqaba-Eilat.

Para acabar, algunas fotos de cómo pasé puente de la Constitución española:





sábado, 11 de diciembre de 2010

Un milagro sucedió en Jerusalén

Esta semana pasada he vivido durante algunos días mi primera festividad judía aquí en Tel Aviv, Janucá. Mi desconocimiento sobre la cultura judía hace que esta fuera la única fiesta de la que alguna vez había oido antes, y además no precisamente porque me hubiera informado bien, sino por el curioso personaje aparecido en la serie Friends, el armadillo navideño que decían en la traducción al castellano.

Janucá se trata de una fiesta para los niños, a los cuales se les hace regalos -principalmente golosinas-, no van al colegio, y juegan con sus amigos y familiares. Es típico que durante estos días jueguen con el sevivon, que es como nuestra peonza de toda la vida. Mi casera y vecina me invitó amablemente el día que comenzaba Janucá, el miércoles 1 de diciembre a jugar con sus hijos. Una vez más pude comprobar la influencia de la tecnología en la vida de los israelíes, al ver las curiosas peonzas mecanizadas que tenían. Tuve suerte, y al día siguiente yo también pude disfrutar de este juego como un niño más.

También pude asistir a la divertida fiesta de inauguración de Janucá de ULPAN (la escuela de idiomas en Tel Aviv). Janucá se celebra durante ocho días, durante cada uno de los cuáles se enciende una vela del candelabro judío, la menorá. Es típico tener uno en casa, e incluso en el trabajo. Durante estos días se puede ver a los judíos ortodoxos pasando por las tiendas de Tel Aviv, orando y encendiendo con los dependientes una nueva vela.


El origen de Janucá se refiere a un milagro, cuando los macabeos -grupo de judíos de la época de Alejandro Magno- se rebelaron contra los griegos y vencieron a pesar de ser muchos menos en combate. Cuando regresaron a Jerusalén, se encontraron el Santo Templo profanado, con el candelabro apagado y aceite ritualmente puro para encenderlo un sólo día. Sin embargo, milagrosamente, ese aceite sirvió para encender la menorá durante ocho días, y de ahí la celebración de Janucá. Fué divertido comprobar en Ulpan la cantidad de nacionalidades que había representadas, cuando tradujimos entre todos la palabra "milagro", a cuantos idiomas se hablaban en la sala; y mucho más divertido fue probar uno de los deliciosos sufganiot, bizcochos rellenos de mermelada de fresa que se acostumbran a comer en Janucá, justo antes de emprender mi viaje a Petra.

¡Maccabi! ¡Maccabi!

El día 25 de noviembre asistí en Yad Eliyahu Arena a mi primer partido de baloncesto en Israel. Experimenté los sentimientos encontrados de ver a uno de mis jugadores favoritos -además de mi tierra-, Fernando San Emeterio, contra el equipo venerado en el país donde vivo, cinco veces campeón de Europa, el Maccabi de Tel Aviv. Este equipo de baloncesto se trata sin duda de una de las instituciones israelíes más conocidas internacionalmente.

La palabra Maccabi hace referencia a los macabeos del Antiguo Testamento. Los macabeos fundaron la dinastía real Asmonea, proclamando la independencia judía en la Tierra de Israel durante un siglo, desde el 164 al 63 a. C. Aún son recordados nacionalmente por el pueblo hebreo en la festividad de Jánuca y son considerados Héroes Nacionales del pueblo de Israel. Ahora Maccabi se utiliza en numerosas instituciones y marcas israelíes, como uno de los servicios médicos del país o el propio equipo de baloncesto.

El ambiente fue fabuloso, no me decepcionó para nada. He de reconocer que me emocioné llegando al nuevo pabellón del equipo, al que llegué ya en noche cerrada por la calle Wingate.

Es costumbre de grupos d amigos y familias juntarse los jueves noche para ir a ver al Maccabi, si no puede ser al pabellón, por la televisión. El jueves es el día que comienza el fin de semana en Israel y el equipo programa todos sus partidos de Euroliga ese día de la semana. Ir a ver un partido del Maccabi en Israel es como ir a ver al Real Madrid de fútbol en España -me pueden los colores, lo siento culés-, no sólo en lo que a la tradición se refiere, sino también en precios. Es una locura que en baloncesto sea más caro ver un partido de Euroliga del Maccabi que ver las semifinales de un Mundobasket.


Reseñar que -y otra vez me recuerda al equipo merengue- en Israel, quien no adora al equipo amarillo, lo detesta y quiere que pierda incluso en competiciones europeas. Me encantó el ambiente que se vivió en el pabellón y me pareció una afición, además de volcada con su equipo, tremendamente deportiva y entendida del deporte de la canasta... qué envidia y qué melancolía, pues en cierta manera me recordó a los años de altísimo nivel de baloncesto que nos ofreció en Torrelavega el Lostal primero, Caja Cantantabria depués y Lobos Cantabria para terminar, y a la afición del Vicente Trueba.

En especial me gustó cómo la gran mayoría del público animaba y cantaba constantemente, vestidos de los colores amarillo y azul del equipo. Muy bonito.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Aterrizando en Tel Aviv... ¿y ahora qué?


Quienes mejor me conocen saben lo que buscaba de esta experiencia. Lo primero que quería vivir era la sensación, el olor, el color, el sabor de un lugar nuevo. Eso lo experimenté desde el primer momento, a las tres de la mañana, cuando llegué al aeropuerto de Ben Gurion en Israel. Olor a humedad, color dorado, sabor a humus, sensación de “nuevo-viejo”, significado de Tel Aviv en hebreo en honor a las palabras de Hertzel cuando redactó la idea de un nuevo Estado de Israel, con la del viejo pueblo, la comunidad judía.

Por fin me he decidido ha comenzar los relatos de mi estancia en Tel Aviv, después de mes y medio de adaptación a la nueva ciudad y al nuevo trabajo. Desde el 7 de octubre se puede decir que vivo en la ciudad de la tecnología, el Miami de Oriente Medio, la ciudad que nunca duerme… Tel Aviv es una ciudad fundada en 1909 cuando un grupo de judíos construyeron sus edificios al lado de la antigua ciudad de Jaffo, en el actual barrio de Neve Tzedek, en el sur de lo que es ahora el centro de la ciudad. Desde entonces, esta ciudad de clima mediterráneo, con aires a la Barcelona anterior a su particular revolución olímpica, ha vivido unos intensos 101 años, sobre los que se han escrito ríos de tinta, sobre todo en la prensa internacional. Esto hace una vez más a nuestra Tel Aviv, una ciudad nueva, pero a su vez vieja.


¿Que si Israel es como me lo esperaba? En el caso de que realmente tuviera una idea clara, no, no lo es. Y lo explico así porque una de las máximas que estoy aprendiendo de la vida en Israel, es que si no es estando aquí, hay muchas cosas que no se pueden entender. Los veteranos del lugar aún así no entienden en su mayor parte el conflicto que ha acompañado por desgracia al oeste del continente asiático durante más de un siglo.

Para empezar os hablaré de Tel Aviv; la ciudad más abierta de mente y de pensamiento de Israel, donde si eres un turista despreocupado podrás salir a la calle y disfrutar del mejor ambiente occidental bajo el mejor clima y la mejor cultura oriental. 
Los edificios de Tel Aviv están marcados por el movimiento arquitectónico Bauhaus. Llama la atención lo poco cuidadas que están las fachadas del centro de la ciudad. Las infraestructuras destacan por un cierto caos ordenado: largas avenidas asimétricas, extensas zonas verdes, los ciudadanos que pedalean por aceras y carreteras, ruidosos autobuses y minibuses o serruts, mercados o souks con todo que le puedas pedir a un bazar… terrazas a la sombra de los árboles, kioskos callejeros, un largo paseo por unas playas que se funden en la torre de Jaffo, puestos de pitas, grandes edificios con la mejor fiesta nocturna  en sus azoteas… todo ello, con una mezcla de población de origen ruso, armenio, polaco, sudamericano, norteamericano, etíope, iraquí y un sinfín de nacionalidades más… hacen de Tel Aviv una ciudad sin parangón donde se funde la vida de estilo occidental con la cultura de Oriente Medio.

Aquí, el primer destino turístico siempre será Jerusalén: ciudad que representa la cuna de las tres religiones monoteístas más seguidas en el mundo entero. Hasta que no llegas a Jerusalén, no te puedes hacer una idea de lo que significa juntar en una superficie tan austera todos estos lugares sagrados. Entre las murallas de la ciudad antigua, en un espacio que me recuerda a la ciudad castellana de Ávila (por desgracia no a sus maravillosas tapas), se encuentran los siguientes emplazamientos sagrados:
  
  • El muro de las lamentaciones: lugar más sagrado para el judaísmo, donde los judíos oran desde hace 2000 años por ser el lugar más cercano a la Cúpula de la Roca, donde se encuentra la piedra sobre la que Abraham se dispuso a sacrificar a su hijo, a donde les es prohibido el acceso.
  • La explanada de las mezquitas, tercer lugar más sagrado para los musulmanes, después de La Meca y la Mezquita del Profeta en Medina. Según el Islam, Mahoma fue elevado al cielo desde la misma Cúpula de la Roca.
  • El santo sepulcro: donde los cristianos creen que Jesucristo fue enterrado y resucitado.

    Además de visitar estos lugares sagrados, Jerusalén esconde otros muchos lugares descritos en las Sagradas Escrituras, y sobre los que la mayor parte de los seres humanos, hemos oído cientos de historias. Merece la pena pasear por Jersusalén, mezclándose entre los diferentes barrios y perdiéndose entre la mezcla de culturas, turistas y calles estrechas. Jerusalén es conocida como la ciudad del oro. Posiblemente una de las más maravillosas puestas de sol del planeta tierra. Una imagen vale más que mil palabras.